martes, 29 de enero de 2013

MARRUECOS TAN LEJOS, TAN CERCA

Parece mentira que tan solo a una y poco más de avión llegues a un sitio tán distinto. Volamos de Madrid a Marrakech, y cuando nos quisimos dar cuenta el viaje había pasado y estabamos en otro continente. Hacía calor, llevabamos un viaje contratado con un guía local marroquí, allí en el aeropuerto nos estaba esperando con "nuestro 4x4", desde ese momento Zaid se convirtió en nuestro amigo.
Salimos del aeropuerto hacia nuestro Riad en la Medina. Cuando contratamos el viaje me preguntó Hassan, ¿qué preferis, un hotel convencional fuera de la Médina o un riad?, pues no se recomiendanos tú, hombre, yo la primera vez iría al Riad.
A la salida del aeropuerto todo empieza a ser distinto hace calor pero no demasiado, nos vamos acercando a Marrakech, lo primero que te llama la atención es que la gente ya es distinta, sus ropas, sus transportes, sus idas y venidas. Empezamos a ver las palmeras, el hotelazo al que me gustaría volver algún día, la Koutoubia, y nos adentramos en la  Médina hacia la famosa plaza de Jemaa el Fna. Casí no nos damos cuenta de la llegada, venimos todavía con el agobio que a veces sales de Madrid.

Zaid aparca y nos dirigimos por unas callejuelas hacía el Riad, tan convencidos de que este caminito ya nos lo estamos aprendiendo. Parece increible que en ese laberinto de callejuelas y tras sus muros existan estos pequeños paraisos.
Nos abren la puerta, nos sonrien, algo que no dejará de pasar continuamente durante 9 dias, nos hacen sentar en su patio central, su mesa con la cerámica, hay una paz increible,que nosostros no tenemos, suena el agua de la fuente y nos sirven un té con pastas mientras rellenamos la inscripción. Increible.Zaid nos ayuda y nos orienta. Yo me siento abrumada yempiezo a calmarme.Ellas sonrien. Cuándo nos queremos dar cuenta nos han subido las maletas a la habitación.  Subimos, suelen estar dispuestas alrededor del patio central que tiene la fuente. Es una habitación con serenidad, con los visillos blancos que tanto la gustan a mi hija sobre la cama, ella siempre dice que es de "princesa", el baño es una cucada , todo con un aire muy marroqui, muy las mil y una noches. No hay tele, no hay llave, la habitación se cierra solo con un cerrojo, que maravilla.

Dejamos toda esta tranquilidad para adentrarnos en el laberinto de olores, colores, sonidos que es Marrakech , pero sobre todo la Medina y la plaza.

Nuestro viaje ha sido durante el Ramadán, a través de Zaid lo hemos compartido, que sacrificio.
El choque cultural ya nos parece tremendo, hay suciedad en muchas partes de la ciudad, hay pobreza, pero todo te hace aprender aceleradamente. La ciudad como tal y todo lo tradicional ya sabemos lo qué es, basta con meterte en internet y hojear de palacio a palacio, a jardines, a escuelas... todo eso es lo típico del turismo. Si me parece que lo que es impresionante es la vida que tiene la ciudad, es cómo si el Rastro , para nosostros los madrileños, durará 24 h. 365 días de la semana y se viviera dentro de él. Acabas entendiendo por qué es Patrimonio Oral de la Humanidad. Tiene un añadido, y es que si te sientas en un café con vistas a la plaza, son unos cafés bajo la influencia francesa, te paras a ver la gente y según pasan las horas compruebas que el gran escenario va cambiando de montaje, hasta que llega la noche y entonces llega a su momento clave.  Las voces ofertandote las mejores comidas, la bebida más fresca, los mejores puestos, encantadores de serpientes, buscavidas, petite taxis,burros, todos los puestos ambulantes que se montan y se desmontan para cenar.... Increíble. La vuelta al riad cómo no podía ser de otra manera, por nuestra autosuficiencia y por el estres con el que llegabamos fué una odisea, y eso que estábamos a tres minutos andando. Nos perdimos, dudamos, nos ayudaron y nosotros desconfiamos, nos equivocamos, la gente es amable y nos ayudarón a llegar a nuestro paraiso.  Nunca  una piscina tan pequeñita produjo tanta satisfación, tanto que cuando nos relajamos y yo saqué mis pies del agua en vez de irnos a la habitación nos ibamos tan convencidos otra vez a la calle.

El descanso fue increible, y todavía nos esperaba un desayuno tremendo, realizado con un esmero delicadeza, todo la hospitalidad que nos habían ofrecido estaba en esa mesa. Tortitas bereberes recien hechas, yogur casero, crepes, bollo, pan recien horneado, mantequillas, aceitunas... todo lo deseable, y lo mejor el gesto y la sonrisa que nos ha enamorado.

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